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Los sesgos de la mente

Airplane at sunset - back lit

¿Qué es un sesgo y por qué habilita e inhabilita nuestras posibilidades?

En el posteo anterior te conté algunas cosas que nos pasan cuando tenemos razón. En este artículo te invito a que sigamos rumiando sobre el tema pero desde otro punto de vista: los sesgos de la mente.

Sesgar es torcer o atravesar algo hacia uno de sus lados.

En el ámbito de la investigación se usa el término sesgo de la información para referirse a la tendencia de subestimar los resultados experimentales inesperados o no deseados, atribuyendo los resultados a errores de muestreo o medición, al tiempo que se confía en los resultados esperados o deseables, aunque estos pueden estar sujetos a las mismas fuentes de error.

En otras palabras, cuando un investigador tiene una hipótesis va a tender a desestimar los resultados que no respalden su hipótesis argumentando que hay un error de medición o muestreo; el problema es que no va a aplicar la misma vara si los resultados que obtiene sí que son los deseables.

A nosotros nos pasa como a los investigadores, esto es porque el cerebro se relaciona mejor con lo que es familiar y para probártelo te propongo que hagamos un breve experimento, lee las instrucciones e imagina un piloto de avión:

  • Imagina cómo es su uniforme, si tiene gorra o no, si tiene lentes Ray Ban
  • Fíjate en el pelo de tu piloto imaginario, ¿de qué color es?
  • Imagina cómo toca los botoncitos antes de despegar,
  • Escúchalo decir “armar rampas y cross check”.
  • Antes de seguir leyendo tómate unos segundos para imaginar tu piloto.

     
     

    Ahora, contesta estas preguntas:

    ¿Tu piloto es mujer? ¿Tu piloto es negro? ¿Tu piloto está “fuera de forma”?

    Probablemente no. ¿Quieres saber por qué?

    Culturalmente compartimos una serie de creencias sobre cómo es o debería ser el mundo. Cada vez que tenemos razón reforzamos esas creencias y perdemos la capacidad de imaginar otras maneras en las que podría ser el mundo.

    Lo que le pasa al investigador cuando se encuentra desestimando un resultado desfavorable para su hipótesis, no tiene que ver con que quiera tener razón de una manera obtusa, sino con que sus creencias son tan firmes respecto a una cosa que es muy probable que simplemente no pueda ver que hay algo más o algo diferente.

     
    A veces nuestras creencias son tan firmes respecto a una cosa que simplemente no podemos ver que hay algo más o algo diferente.
     

    Esto mismo nos pasa a nosotros con cosas tan simples como imaginar un piloto de avión y con cosas mucho más relevantes para nuestras vidas como el trabajo que hacemos, la familia que construimos y el presupuesto que manejamos.

    ¿Para qué sirve un sistema de creencias?

    Nuestros sistemas de creencias actúan como un atajo para facilitar el trabajo de nuestro cerebro. Tener una idea sobre cómo funciona el mundo en el que vivimos es vital. Si cuestionáramos cada cosa que vemos sería como vivir sin memoria, cada decisión a tomar requeriría de muchísimo esfuerzo mental. Imagina cómo sería tu vida si cada mañana tuvieras que cuestionarte la dirección en la que te vas a lavar los dientes, qué vas a desayunar, cómo combinar tu ropa y qué camino tomar para llegar al trabajo. Sería agotador.

    La solución que propone nuestro cerebro para poder operar en sociedad es tener memoria y tomar algunas decisiones en automático. De hecho, el 97% de las decisiones que tomamos a diario se hacen en automático, sólo tenemos que reflexionar el 3% de las decisiones diarias.

    El quid de la cuestión es tener claro qué estamos dejando en piloto automático y cada tanto chequear si eso que pensamos del mundo sigue siendo así.


    No podemos generar cambios en nuestras vidas si no los podamos imaginar antes. A veces lo único que se interpone entre nosotros y lo que queremos es que le damos demasiado poder a los argumentos razonables que indican que no se puede. Esos argumentos salen del mismo lugar del que salió tu piloto. Interesante ¿no?

    ¿Qué pasaría si dedicáramos tiempo a crear o imaginar argumentos que desafíen nuestra interpretación del mundo y demuestren que sí se podría?

    Te invito a que practiques con estos ejercicios y puedas tener tu propia experiencia. Son fáciles, se pueden hacer en casa o fuera, los puedes hacer solo, con amigos o en familia

    Ejercicios fáciles para activar tu creatividad

  • Cambia algún hábito pequeño. Por ejemplo, la ruta o los medios de transporte que usas para ir a trabajar o a estudiar.
  • Cuenta una historia alocada. Aprovecha un viaje para jugar a vincular conceptos que no están relacionados en una historia que tenga un sentido inesperado. Por ejemplo: con un camión que lleva ganado se puede inventar una historia en donde el conductor es en realidad un activista vegano que ha secuestrado el vehículo para liberar las vacas una vez que haya cruzado la frontera. Piensa nombres y personalidades para tus personajes, de dónde vienen y cómo van a terminar. Elabora bien tu historia.
  • Realiza ejercicios de brainstorming: descarga tus ideas, deseos y proyectos en un papel o libreta sin juzgar si son posibles o imposibles. Luego piensa o inventa en qué contextos o con qué recursos se podrían materializar.
  • Juego para la cena en familia: cada integrante debe contar cómo fue su día pero debe incluir una pequeña mentira, el resto de la familia tiene que adivinar cuál parte del relato no fue así.
  • ¿Quieres saber más?

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    Este artículo es parte del episodio 01 “Adictos a tener razón” del podcast “Estamos Todos Locos”.

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